dos ensayos de Cuba en Resumen, 19 junio 2024
Fascismo y neofascismo
Por Luis Britto García
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Hollywood representa el fascismo como pandilla de malencarados en uniforme que agitan estandartes y gritan órdenes. La realidad es más perversa. Según Franz Leopold Neuman en Behemoth: The Structure & Practice of National Socialism, 1933-1944, el fascismo es la complicidad absoluta entre el gran capital y el Estado. Donde los intereses del gran capital pasan a ser los de la política, anda cerca el fascismo. No es casual que surja como respuesta a la Revolución comunista de la Unión Soviética.
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El fascismo es la clase media sin expectativas. En su inteligente novela Un borgese piccolo, piccolo (1976), Mario Vivaldi narra la peripecia de un insignificante burócrata cuya única esperanza es que su hijo pueda “comenzar donde él terminó”. Cuando va al concurso de admisión, el retoño muere en un tiroteo protagonizado por delincuentes o terroristas. El manso burócrata se convierte en fiera que localiza, secuestra, tortura y finalmente mata al asesino, pero que termina también persiguiendo a quienes tienen un remoto parecido con éste. La sobria adaptación cinematográfica de Mario Monicelli (1977) supera en poder explicativo las aparatosas epopeyas sobre el fascismo de Luchino Visconti y Wolker Schlondorf. Las crisis del capitalismo empujan bajo el nivel de la subsistencia y dejan sin futuro vastas clases medias; el miedo a la proletarización facilita que los demagogos fascistas las inciten a la violencia contra las izquierdas y supuestos enemigos externos.
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El fascismo priva de derechos a los trabajadores. Elimina los sindicatos, acepta sólo los dirigidos por fascistas y en Italia los integra con los de los patronos en un “Estado Corporativo” en el cual preponderan los intereses empresariales. Según denuncia Francisco Bernal García, «el corporativismo fascista fue producto del pacto entre el régimen fascista y los grandes grupos industriales para la supresión del conflicto social y, al mismo tiempo, para la consecución de unas relaciones laborales estables y predecibles. Para obtener el consentimiento de los industriales, el fascismo hubo de relegar a un segundo plano su componente sindical, el cual despertaba recelos por parte de aquéllos» (Bernal García, 2017, p. 48. ”Las ideas del corporativismo surgieron durante la primera mitad del siglo XIX como una reacción contra las revoluciones liberales”).
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El fascismo niega la lucha de clases, pero es el brazo armado del capital en ella. Aterroriza a la baja clase media y la marginalidad con el pavor a la crisis económica, a la izquierda y la proletarización y las enrola como paramilitares para reducir por la fuerza bruta a socialistas, sindicalistas, obreros y movimientos sociales. Mussolini fue subvencionado por la fábrica de armas Ansaldo y el Servicio Secreto inglés; Hitler financiado por las industrias armamentistas del Ruhr; Franco y Oliveira Salazar, apoyados por terratenientes e industriales, Pinochet por Estados Unidos y la oligarquía chilena.
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La crisis económica, hija del capitalismo, es a su vez la madre del fascismo. A pesar de estar en el bando vencedor en la Primera Guerra Mundial, Italia sale de ella tan destruida que la clase media se arruina y participa masivamente en la Marcha sobre Roma de Mussolini. En la elección de mayo de 1924, Hitler obtuvo sólo el 6,5% de los votos. En las de diciembre de ese año, sólo el 3,0%. En las de 1928, cuando revienta la gran crisis capitalista, obtiene 2,6%, en 1930 gana 18,3%, y en 1932, 37,2%, con lo cual accede al poder y lo utiliza para anular a los restantes partidos. Pero el fascismo no remedia la crisis: la empeora. Durante Mussolini el costo de la vida se triplicó sin ninguna compensación salarial ni social. Hitler empleó a los parados en fabricar armamentos que condujeron a la Segunda Guerra Mundial, la cual devastó Europa y causó sesenta millones de muertos. Franco inicia una Guerra Civil que cuesta más de un millón de muertos y varias décadas de ruina; los fascistas argentinos eliminan unos treinta mil compatriotas, Pinochet asesina unos tres mil chilenos. Tan malo es el remedio como la enfermedad.
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El fascismo convoca a las masas, pero es elitista. Corteja y sirve a las aristocracias, sus dirigencias vienen de las clases altas e instauran sistemas jerárquicos y autoritarios. El historiador Charles Maier recalca que hacia 1927, el 75% de los miembros del partido fascista italiano venía de la clase media y media baja; sólo 15% era obrero, y un 10% procedía de las élites, los cuales sin embargo ocupaban las altas posiciones y eran quienes en definitiva fijaban sus objetivos y políticas. Hitler establece el “Fuhrer-Prinzip”: cada funcionario usa a sus subordinados como le parece para alcanzar la meta, y responde sólo ante el superior. El Caudillo falangista responde sólo ante Dios y la Historia, vale decir, ante nadie.
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El fascismo es racista. Hitler postuló la superioridad de la “raza” aria, Mussolini arrasó con libios y abisinios, y planeó el sacrificio de medio millón de eslavos “bárbaros e inferiores” a favor de 50.000 italianos superiores. El fascismo sacrifica a sus fines a los pueblos o culturas que desprecia. Los falangistas tomaron España con tropas moras de Melilla. Alber Speer, el ministro de Industrias de Hitler, alargó la Segunda Guerra Mundial de dos a tres años más con la producción armamentista activada por tres millones de esclavos de razas “inferiores”.
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Fascismo y capitalismo tienen rostros aborrecibles que necesitan máscaras. Los fascistas copian consignas y programas revolucionarios. Mussolini se decía socialista, el nazismo usurpó el nombre de socialismo y se proclamaba partido obrero (Arbeite); en su programa sostenía que no se debía tolerar otra renta que la del trabajo. Por su falta de creatividad, roban los símbolos de movimientos de signo opuesto. Los estandartes rojos comunistas y la cruz gamada, símbolo solar que en Oriente representa la vida y la buena fortuna, fueron confiscados por los nazis para su culto de la muerte.
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El fascismo es beato. Los curas apoyaron a los falangistas que salían a matar prójimos y fusilar poetas. El Papa bendijo las tropas que Mussolini mandó a la guerra; nunca denunció las tropelías de Hitler. Franco y Pinochet fueron idolatrados por la Iglesia.
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El fascismo es misógino. La misión de las mujeres se resume en Kirche, Kuchen, Kinder, vale decir, iglesia, cocina, niños. Nunca figuró públicamente una compañera al lado de sus líderes; quienes las tuvieron, las escondieron o relegaron minuciosamente. Nunca aceptaron que una mujer ascendiera por propio mérito o iniciativa. Hitler las encerró en granjas de crianza para parir arios; Mussolini les asignó el papel de vientres para incrementar la demografía italiana, Franco, Oliveira Salazar y Pinochet las confinaron en la iglesia y la sala de partos. Apenas como excepción aceptaron los nazis a la documentalista Leni Riefenstahl, a la aviadora Anna Reich, que se atrevió a pilotar una bomba V-1 para detectar sus fallas de estabilidad.
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El fascismo es anti intelectual. Todas las vanguardias del siglo pasado fueron progresistas: la relatividad, el expresionismo, el dadaísmo, el surrealismo, el constructivismo, el cubismo, el existencialismo, la nueva figuración. A todas, salvo al futurismo, el fascismo las trató como “Arte Degenerado”. El fascismo no inventa, recicla. Sólo cree en el ayer, un pasado imaginario que nunca existió. El fascismo asesinó a Matteotti, encarceló a Gramsci, fusiló a García Lorca e hizo morir en la cárcel a José Hernández. Pinochet asesinó a Víctor Jara. Cuando oigo hablar de cultura, saco mi pistola, decía Goering. Cuando oigamos hablar de fascismo, saquemos nuestra cultura.
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El capitalismo finge cambiar para poder seguir siendo lo mismo, y el fascismo también. Tras haber causado el desastre de la Segunda Guerra Mundial e innumerables otras hecatombes, en el Viejo y el Nuevo Mundo resurgen movimientos fascistas bajo oportunos maquillajes para ponerlos al día. Los fascistas clásicos apoyaban la intervención estatal en la economía; los neofascistas se proclaman neoliberales (o viceversa) y denigran del Estado, a pesar de que éste mantiene la maquinaria del complejo militar-industrial, auxilia a los capitalistas para salvarlos de las crisis que ellos mismos provocan, y en los países desarrollados consume más del 40% del PIB. Los fascismos clásicos alemán e italiano eran antihebreos: gran parte de los modernos, incluidos algunos latinoamericanos, son sionistas y apoyan al Estado de Israel y sus prácticas. Los fascismos clásicos eran antisemitas, y los nuevos también: la categoría de “semita” no tiene ningún valor científico ni antropológico, pero se aplica a todas las variedades de los míticos descendientes de Sem, los pueblos árabes e islámicos, a los cuales los neofascistas discriminan o exterminan. Los fascistas clásicos idolatran la violencia contra los menos fuertes, y los nuevos también. Los fascistas clásicos se decían nacionalistas: los actuales deliran por entregar sus países y economías al capital extranjero. Los clásicos eran antiestadounidenses, los neos idolatran al Imperio que aplastó a sus antecesores, luego los utilizó contra la izquierda y mediante la OTAN los mantiene en condición de países ocupados. Todo ello urge a los países socialistas o simplemente progresistas a un examen de sus estrategias y políticas, a fin de hacerlas invulnerables a las arremetidas del brazo armado del capital transnacional.
Luis es escritor, historiador, ensayista y dramaturgo. Fundador de la Red en Defensa de la Humanidad y Coordinador del capítulo venezolano.
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El fascismo y sus actuales expresiones en América Latina
Por Carlos Margotta Trincado
El fascismo, un movimiento político autoritario y nacionalista que surgió en la primera mitad del siglo XX, ha mutado y adaptado sus formas a lo largo del tiempo. En la actualidad, en América Latina, como en otras partes del mundo, se observan expresiones de fascismo que, aunque no siempre se autodenominan como tales, comparten características ideológicas y prácticas con el fascismo histórico. A continuación, se presentan algunas de las manifestaciones contemporáneas del fascismo en la región.
- Nacionalismo exacerbado: Una de las características del fascismo es el nacionalismo extremo. En América Latina, se han visto resurgir movimientos políticos que promueven un nacionalismo ferviente, a menudo combinado con un discurso anti-inmigración y xenófobo. Estos movimientos buscan la unidad nacional a través de la exclusión de los «otros», ya sean inmigrantes, minorías étnicas o grupos sociales considerados como una amenaza para la identidad nacional, como los movimientos feministas y los que promueven los derechos de las comunidades de la diversidad sexual.
- Populismo de derecha: El populismo de derecha es otra expresión del fascismo actual. Líderes carismáticos que prometen soluciones simples a problemas complejos, apelando a los miedos y frustraciones de la población, han ganado terreno en varios países latinoamericanos. Estos líderes suelen presentar un discurso anti-élite, pero en la práctica, sus políticas benefician a las clases dominantes y atacan los derechos de los trabajadores y las minorías.
- Autoritarismo y desprecio por la democracia: El fascismo contemporáneo en América Latina se caracteriza por un desprecio por las instituciones democráticas y el Estado de Derecho. Líderes y movimientos de corte fascista tienden a concentrar el poder, limitar la libertad de prensa, y socavar la independencia de la justicia. En algunos casos, se han visto intentos de perpetuarse en el poder mediante la manipulación de las elecciones o la modificación de las constituciones.
- Militarización y violencia estatal: La exaltación del poder militar y la glorificación de la violencia como medio para resolver conflictos son rasgos comunes del fascismo. En América Latina, se han observado casos de gobiernos que aumentan el presupuesto de defensa, militarizan la seguridad interna y utilizan la fuerza para reprimir protestas sociales. Esto ha llevado a un aumento de la violencia estatal contra la población civil, especialmente contra activistas y defensores de derechos humanos.
- Discurso de odio y propaganda: El fascismo actual en América Latina se vale de las redes sociales y los medios de comunicación para difundir un discurso de odio y propaganda. Se atacan sistemáticamente a los opositores políticos, se difunden noticias falsas y se intenta deslegitimar a las organizaciones de la sociedad civil que defienden los derechos humanos y la democracia.
- Control económico y corporativismo: El fascismo también se caracteriza por un modelo económico que busca el control estatal de la economía, combinado con el poder de los grandes conglomerados empresariales. En América Latina, se han visto gobiernos que, mientras promueven un discurso anti-imperialista, establecen alianzas con las élites económicas y favorecen a ciertos sectores empresariales, lo que lleva a un aumento de la desigualdad y la concentración de la riqueza.
En conclusión, el fascismo actual en América Latina se manifiesta de diversas formas, adaptándose a los contextos locales y utilizando las herramientas de la era digital para expandir su influencia. Es importante estar atentos a estas expresiones y defender los valores democráticos y los derechos humanos frente a las amenazas que el fascismo representa.
Por su parte, el neofascismo es una ideología política que surge después de la Segunda Guerra Mundial y que busca revivir o actualizar los principios del fascismo histórico, aunque adaptándolos a los contextos sociales, políticos y tecnológicos contemporáneos. El fascismo clásico, representado por movimientos como el nazismo en Alemania y el fascismo de Mussolini en Italia, se caracterizó por su nacionalismo extremo, su autoritarismo, su rechazo a la democracia liberal, su oposición al marxismo y su uso de la violencia y la propaganda para mantener el control social.
El neofascismo comparte muchas de estas características, pero se diferencia en algunos aspectos clave:
Actualización ideológica: Los neofascistas adaptan las ideas fascistas a las realidades modernas, lo que puede incluir una mayor integración de la tecnología en la propaganda y el control social, así como la adopción de nuevas formas de nacionalismo y xenofobia que responden a las dinámicas globales actuales, como la inmigración y la globalización.
Distanciamiento del pasado: Aunque inspirados en el fascismo histórico, los neofascistas a menudo intentan distanciarse de las atrocidades cometidas por los regímenes fascistas del siglo XX, como el Holocausto, para evitar el rechazo social y político. Sin embargo, sus ideas y prácticas a menudo mantienen una continuidad ideológica con el fascismo clásico.
Diversidad de formas: El neofascismo puede manifestarse en una variedad de formas, desde partidos políticos abiertamente neofascistas hasta grupos de extrema derecha que utilizan un lenguaje más moderado para ganar apoyo popular. También puede incluir elementos de nacionalismo, racismo, antifeminismo y homofobia.
Presencia global: A diferencia del fascismo clásico, que estaba fuertemente asociado con ciertos países y líderes, el neofascismo es un fenómeno global, con grupos y partidos neofascistas o de extrema derecha activos en muchas partes del mundo, incluyendo Europa, América del Norte, América Latina y otras regiones.
Estrategias políticas: Los neofascistas pueden utilizar estrategias políticas más sofisticadas, como la creación de think tanks, la participación en medios de comunicación y la utilización de las redes sociales para difundir su mensaje y movilizar a sus seguidores.
Es importante destacar que el término «neofascismo» puede ser controvertido y es utilizado de diferentes maneras por académicos, periodistas y activistas. Algunos lo aplican ampliamente a cualquier movimiento o partido de extrema derecha, mientras que otros lo reservan para aquellos que tienen una conexión directa con el fascismo histórico o que buscan explícitamente revivir sus principios.
Los jóvenes y el neofascismo en América Latina
El atractivo del neofascismo para los jóvenes en América Latina, como en otras partes del mundo, puede ser atribuido a una variedad de factores socioeconómicos, culturales y políticos. Aunque no todos los jóvenes se sienten atraídos por estas ideologías, algunos pueden encontrar en ellas respuestas a sus inquietudes o esperanzas. Aquí hay algunos factores que podrían contribuir a este fenómeno:
- Crisis económica y desempleo: La inestabilidad económica y las dificultades para encontrar empleo pueden llevar a los jóvenes a buscar soluciones rápidas y simplificadas a problemas complejos. Los grupos neofascistas a menudo prometen restaurar la grandeza nacional y crear empleo, lo que puede ser atractivo para aquellos que se sienten marginados o desesperados.
- Inseguridad y miedo: Los niveles altos de delincuencia y la falta de seguridad pueden hacer que los jóvenes busquen alternativas que prometan orden y control. Los movimientos neofascistas suelen presentar un discurso de ley y orden que puede ser tentador para quienes temen por su seguridad personal y la de sus familias.
- Desilusión con la política tradicional: La corrupción, la ineficacia y la falta de representación en la política tradicional pueden llevar a los jóvenes a buscar alternativas en movimientos que se presentan como outsiders o renovadores. Los grupos neofascistas a menudo critican a las élites políticas establecidas y prometen una ruptura con el statu quo.
- Nacionalismo y orgullo cultural: Los jóvenes pueden sentirse atraídos por el nacionalismo y el discurso de orgullo cultural que promueven los grupos neofascistas. En contextos de globalización y cambios rápidos, algunos buscan refugio en la identidad nacional y en la idea de una comunidad homogénea y unida.
- Uso de las redes sociales: Los grupos neofascistas son hábiles en el uso de las redes sociales para difundir su mensaje, reclutar miembros y crear comunidades virtuales. Los jóvenes, que son usuarios intensivos de estas plataformas, pueden verse expuestos y atraídos por estas narrativas.
- Sentimiento de exclusión: Los jóvenes que se sienten excluidos o discriminados por su origen, raza, género u otros factores pueden encontrar en el neofascismo un sentido de pertenencia y una promesa de elevación por encima de otros grupos considerados inferiores.
- Propaganda y desinformación: La propagación de propaganda y desinformación por parte de grupos neofascistas puede influir en la percepción de los jóvenes sobre la realidad política y social, llevándolos a apoyar ideas y movimientos que de otra manera podrían rechazar.
Es importante destacar que estos factores no son universales y que cada individuo tiene sus propias razones para adherirse a una ideología. Además, el neofascismo no es monolítico y puede presentar diferentes rostros dependiendo del contexto nacional y local. La prevención de la radicalización y el fortalecimiento de la democracia fundada en los derechos humanos y la formación en valores cívicos son fundamentales para contrarrestar el atractivo de ideologías extremistas entre los jóvenes.
Las organizaciones de Derechos Humanos y su rol histórico frente al Fascismo
A su vez, las organizaciones de derechos humanos desempeñan un papel crucial en la resistencia frente al fascismo. Su rol se centra en varias áreas clave:
- Documentación y Denuncia: Estas organizaciones documentan las violaciones de derechos humanos cometidas por gobiernos o grupos de extrema derecha, y las denuncian tanto a nivel nacional como internacional. La documentación detallada de las violaciones es esencial para responsabilizar a los perpetradores y para generar conciencia pública.
- Defensa Legal: Proporcionan asistencia legal a las víctimas de violaciones de derechos humanos y trabajan para garantizar que los sistemas judiciales nacionales e internacionales sean accesibles y justos para todos. Esto puede incluir la representación legal directa, la presentación de informes en procedimientos judiciales y la promoción de reformas legales.
- Educación y Formación en Derechos Humanos: Educan al público sobre los derechos humanos, la importancia de la democracia y los peligros del fascismo. A través de campañas, talleres, publicaciones y medios de comunicación, buscan fortalecer la cultura de los derechos humanos y fomentar la participación ciudadana.
- Incidencia Política: Realizan labores de incidencia ante gobiernos, organismos internacionales y otras instituciones para promover políticas y leyes que protejan y respeten los derechos humanos. Esto incluye la participación en procesos de formulación de políticas, la presentación de recomendaciones y la movilización de apoyo para causas específicas.
- Solidaridad y Redes: Construyen redes y alianzas con otras organizaciones de derechos humanos, movimientos sociales y actores internacionales para amplificar su impacto y para apoyar luchas comunes. La solidaridad internacional es crucial para enfrentar amenazas globales como el fascismo.
- Protección de Defensores de Derechos Humanos: Brindan protección y apoyo a defensores de derechos humanos, periodistas, activistas y otros que pueden ser blanco de ataques debido a su trabajo. Esto puede incluir medidas de seguridad, asistencia legal y campañas de solidaridad.
- Monitoreo y Vigilancia: Realizan un monitoreo constante de la situación de los derechos humanos en contextos donde el fascismo o el autoritarismo están en ascenso, para identificar tempranamente las amenazas y actuar en consecuencia.
- Promoción de la Memoria Histórica: Trabajan para preservar la memoria de las víctimas de violaciones de derechos humanos y para asegurar que las lecciones del pasado sean conocidas y recordadas, como una forma de prevenir futuras violaciones.
El trabajo de las organizaciones de derechos humanos es esencial para defender la democracia, la justicia y la dignidad humana frente a las amenazas del fascismo. Su labor requiere valentía, perseverancia y el apoyo de la sociedad civil, los gobiernos comprometidos con los derechos humanos y la comunidad internacional.
Carlos es abogado y presidente de la Comisión Chilena de Derechos Humanos e integrante de la Red en Defensa de la Humanidad.